20 de febrero

20 de febrero


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Por única vez, el 20 de febrero será feriado en 2013. Lo aprobó la Cámara de Senadores en conmemoración al bicentenario de la batalla de Salta. En ese combate flameó por primera vez la bandera celeste y blanca que Manuel Belgrano había hecho jurar unos días antes en la ribera del Río Pasaje. 

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La Cámara de Senadores de la Nación convirtió en Ley la declaración de feriado extraordinario en todo el territorio nacional el día 20 de febrero de 2013, al conmemorarse el bicentenario de la batalla de Salta. La iniciativa designa ese día como feriado nacional para recordar la Batalla de Salta, contienda ocurrida 200 años atrás y que frenó el avance de las tropas realistas sobre el territorio argentino.

Además, en ese combate flameó por primera vez la bandera celeste y blanca que Manuel Belgrano había hecho jurar unos días antes en la ribera del Río Pasaje (luego denominado Juramento).

La batalla de Salta fue un enfrentamiento armado librado el 20 de febrero de 1813 en los campos de Castañares, en la provincia de Salta, en el curso de la Guerra de Independencia de la Argentina. El Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano, derrotó por segunda vez a las tropas realistas del brigadier Juan Pío Tristán, a las que había batido ya en septiembre anterior en la batalla de Tucumán.

La rendición incondicional de los realistas garantizó el control del gobierno rioplatense sobre buena parte de los territorios del antiguo Virreinato del Río de la Plata, y permitió a los patriotas recuperar, provisoriamente, el control de la región.

La batalla mencionada constituyó un hito importante en la historia argentina porque a partir de la misma se consolidó definitivamente la frontera norte. Además, cobra relevancia pues constituyó la primera acción de guerra en la que flameó la bandera celeste y blanca que el General Belgrano había hecho jurar por el Ejercito del Norte días antes, en la ribera del Río Pasaje, que luego se denominaría Juramento.

Fuente: www.argentina.ar

 

Algunos detalles de la Batalla de Salta

Por José María Cavalleri

El 20 de febrero de 1813 se enfrentaron las tropas patriotas al mando del Gral. Belgrano y las realistas comandadas por el Gral. Tristán. En ambos bandos habían españoles y americanos, el mismísimo Tristán era peruano e inicialmente había estado del lado de la revolución pero, según Bernardo Frías, la dureza de Castelli lo volcó al campo realista participando en Desaguadero, desastre patriota.

Del lado de la revolución combatió Arenales, que era español. También en la población salteña había una profunda división entre patriotas y realistas, independientemente del lugar de nacimiento.

Tristán se rinde ante Belgrano a las afueras de Salta.

En la batalla de Salta se desplegó por primera vez en combate la bandera celeste y blanca creada por Belgrano, “la cual según su profético deseo de hacía un año, estaba reservada para aparecer cubriendo las tropas de la independencia el día de la gran victoria».

La participación de las mujeres, como siempre en Salta, fue fundamental para obtener la victoria de las armas patriotas. Esta consistió en:

a) la participación directa en el combate, como Martina Silva de Gurruchaga, “que aquella mañana montaron a caballo, y que apoyándose en la pequeña fuerza que había preparado, recorrieron la tierra que quedaba a espaldas de aquellas lomas, que eran muy pobladas de campesinos agricultores, los recogieron a todos y los arriaron a la batalla”, esta acción fue decisiva para forzar la retirada del Marqués de Yavi (comandaba el ala izquierda del ejército realista), quien ya había rechazado la primer carga de Dorrego.

b) la conquista de la voluntad del enemigo, particularmente del Marqués de Yavi. Este personaje (nacido en el Alto Perú) era lo que hoy definimos como un panqueque, se había dado vuelta varias veces, en 1810 adhirió a la revolución y a partir de entonces dio varias volteretas. Por su rango de Marqués tenía que mantener tropa propia para cuando el Rey requiriera sus servicios, así que quien conquistara al Marqués tenía como yapa las tropas. “Esta era por excelencia, entre todos los oficiales peruanos que las mujeres de Salta se propusieron seducir, la conquista codiciada, que la valerosa doña Juana Moro tomó por obra suya el conseguirla. Era ésta una señora de alta posición, de mucha audacia, y cuyos servicios por estas y otras notables cualidades suyas, iban a ser grandes durante el transcurso de la guerra”. No le quitamos mérito a Dorrego, pero el Marquéz ya estaba “pasado”, al respecto cuenta el general Camba, que actuó en la guerra : “Muy general fue la creencia de que había habido seducción en Salta, particularmente de algún jefe y de varios oficiales, cuya posibilidad debió haber previsto Tristán para procurar disminuir la perniciosa influencia de una población abundante en mujeres de conocido mérito y en extremo insinuantes”.

Otra anécdota que refleja lo fraternal de la lucha está referida a la amistad de Belgrano con Tristán, cuenta Frías que: “Al fin, tocóle el turno de rendirse al general del rey. Tristán apeóse del caballo y avanzó hacia Belgrano para entregar la espada, cuando éste, conmovido con el inmenso infortunio en que padecía el que en España había sido su condiscípulo y más íntimo amigo – como que eran dos que habían vivido en Madrid bajo un mismo techo y alimentado común amor por la misma odalisca – no le sufrió más el corazón tratarlo con tanta dureza: tendió los brazos a Tristán y lo estrechó contra su corazón……”.

Frías destaca que lo más duro de la batalla se libró en el ala derecha realista ocupada por el Real de Lima, formado exclusivamente por españoles al cual Belgrano enfrentó con el Regiminto Número Uno, “su preferido, cuyos oficiales y tropas, todos porteños, se hicieron notables aquel día portándose con una bravura y una bizarría no menor que la del enemigo y pereciendo gran parte de ellos”.

Para terminar, “…la asamblea decretó se le entregara a Belgrano cuarenta mil pesos del tesoro público, en premio a sus servicios, los que el noble y desinteresado campeón de la revolución, en su grande pureza, aceptó, mas no para sí, sino para establecer con ellos escuelas públicas de primeras letras en las ciudades de Tarija, de Jujuy, de Tucumán y de Santiago del Estero..”

Fuente: www.portaldesalta.gov.ar

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