Educadores para el cambio

Educadores para el cambio


 Compartimos un texto escrito por Oscar Salomone, presidente de Red ACET sobre “Educadores para el cambio”, en el marco del curso de “Formación profesional basada en el enfoque de competencias laborales”. MTEySS – REDACET. 

La vida de hoy de los jóvenes que buscan y no encuentran

¡Cuántas veces nos sorprende el comportamiento de los jóvenes! ¿Qué pasa, cómo se explica ese ir y venir en decisiones, las experiencias negativas o no satisfactorias? Más aún, cuando conocemos con alguna precisión la pequeña o extensa historia de vida de los jóvenes que se inscriben en nuestras carreras o cursos de capacitación, descubrimos en la mayoría los frecuentes fracasos en diferentes oportunidades de la vida social. A eso se suma la experiencia o la sensación de desorientación, del sufrimiento en soledad, de la perplejidad frente a las condiciones del sistema educativo, la demanda de las empresas, las exigencias del ritmo de vida, etc.

¿Existe algún por qué?

Todos los hombres, pero en particular los jóvenes, requieren un desarrollo de su identidad y de la fortaleza personal para que se encuentren con su destino. En ese “trabajo” en encontrarse y descubrir su destino, ocupa un lugar muy importante la relación con el contexto, con la realidad en la cual vive y convive todos los días. Pero también tiene que ver con su relación con el futuro, con las oportunidades que se ofrecen para realizarse en el tiempo y desarrollar y ejercer sus cualidades.

¿Qué es lo que encuentran esos jóvenes en la vida social, cultural, laboral de todos los días? ¿Qué nos encontramos nosotros todos los días en ese contexto social? Es muy conocido: el cambio vertiginoso, la diversidad de propuestas y de respuestas posibles, los inconvenientes para integrarse y participar, lo imprevisible como lo que nos sorprende en lo pequeño y en lo trascendente desde el punto de vista social. También se observa el cambio en las costumbres, la debilidad en sostener un valor como orientación en las decisiones, la baja consideración de sí mismo frente a tantos inconvenientes, etc. Finalmente, todo aparece como motorizado por el avance de la tecnología, en particular en las comunicaciones, con dificultad también para integrarse o poder utilizar, sin límite previsible.

¿Esta realidad del cambio vertiginoso y lo imprevisible de la evolución, afecta sólo a las personas? No. También afecta a las “personas sociales”: la familia, las organizaciones sociales, la misma escuela. Es decir, no sólo las personas, en particular los jóvenes tienen dificultades, sino que también las organizaciones que ejercen la educación, la responsabilidad de realizar a las personas, se encuentran con la necesidad de fortalecerse, redefinirse o cambiar, buscar una explicación y sentido a las relaciones interactivas con el mundo en el que se vive.

Nace una nueva época:

Efectivamente, estamos en un momento de tránsito, de cambio, de nacimiento de una nueva cultura, de un nuevo modo de concebir y hacer en el mundo social, en la cultura, en las relaciones con el contexto y con el futuro. Es como si estuviéramos viviendo un “Renacimiento”, que fue en el siglo XV también el nacimiento de un nuevo modo de concebir la persona, las organizaciones, la vida social, la cultura.

Es momento del cambio con velocidad creciente y su impacto resulta verdaderamente importante. No podemos seguir funcionando institucionalmente ni trabajar como educadores como si no pasara nada. El impacto nos afecta como institución, porque es necesario redefinir las relaciones, los fines y los cómo se trabaja para rehacer la cultura interna y el “clima” institucional. Pero también hay que asumir los nuevos procesos de formación, porque no se puede seguir con propuestas y recursos de otra cultura. Y, finalmente, hay que reconocer que como personas, en particular los jóvenes, que carecen de referencias y decisiones personales ya probadas, sufren la vulnerabilidad frente al cambio y sobre todo para proyectarse en el futuro.

¿Cómo actuar en la educación entonces?

En primer lugar, hay que redefinir, trabajar y sostener la “institucionalidad” de la organización “escuela”. Hoy la institución tiene que generar vínculos internos y con el contexto, para garantizar y redefinir permanentemente el qué y el cómo de la educación que esperan los jóvenes, las familias, la sociedad. Eso garantizará una característica de la educación siempre aceptada, como es la significación de sus contenidos y modos de resolver y hacer. Pero más aún, como institución constituida por personas debe transformarse en un lugar de encuentro, de vínculos, de diálogo, de creatividad, de evaluación, de explicación, de reflexión, para que el sentido interno y externo de su propuesta de vida social y cultural sea la que satisface las necesidades actuales y el futuro de la vida social.

Desde esta concepción y perspectiva de la acción institucional, el educador ocupa un lugar muy especial, porque es el gran responsable de participar en la formulación de ese pensamiento y de la nueva propuesta en el hacer. En realidad es el artífice del cambio en la educación, al poner todo el empeño, la creatividad, la paciencia en proyectar el  cambio, efectuar las correcciones que cada momento aconseje, relacionarse con la realidad, ejecutar y corregir proyectos, formas y recursos de aprendizaje, y poder así servir a los alumnos, compartir con los colegas, para fortalecer las nuevas “costumbres” (un nuevo “estilo”) y acumular sabiduría en una nueva convivencia de participación.

¿Impacta en esta nueva educación un enfoque por competencias?

En la situación analizada, el enfoque de formación con enfoque por competencias no se debe reducir sólo o simplemente a capacitar para las demandas o perfiles de un puesto de trabajo. Esto es una mirada necesaria en la vida social y económica, pero también limitada. Con el enfoque por competencias lo que se transforma es el proceso de formación, pasando a a estimular y condicionar recursos y procesos muy valiosos por varios motivos, entre otros:

– La formación y el aprendizaje con enfoque por competencias parte de reconocer en la realidad una situación en la cual y para la cual es necesario formar al sujeto para que descubra, comprenda, evalúe, explique y actúe con la eficiencia que le permita realizar un cambio, una actividad o un proyecto, servir efectivamente a la necesidad social con la que se está vinculando, y realizarse, porque descubra en ese hacer el sentido de lo que está logrando y de su rol en la vida social.

Este aprendizaje “situacional” es producir un cambio copernicano en algunos hábitos y formas de trabajo de una práctica anterior, que reducen el aprendizaje al conocimiento de contenidos, fórmulas, métodos, que se memorizan y repiten o, en el mejor de los casos, se aplican en prácticas preestablecidas siguiendo el rigor de una fórmula. Aplicando una explicación desde los paradigmas, se pasa de una consideración o desarrollo lineal a un enfoque complejo y sistémico.

Es cierto de desde este nuevo enfoque el docente tendrá que elaborar estrategias de aprendizaje, como también seleccionar y preparar muy bien los recursos y los procesos que le permitan lograr en el estudiante el conocimiento y la comprensión que se relacionan con el trabajo a realizar o realizado, las actitudes que comporta el ejecutarlo en una situación social concreta, la destreza que se hace necesaria para resolver prácticamente el asunto, etc. Es decir, al trabajar una situación el aprendizaje se hace complejo, en cuanto que se analiza y actúa atendiendo a todas las condiciones y factores que intervienen.

En esa circunstancia sí es posible plantearse otros niveles de realización del aprendizaje, como establecer relaciones, formular propuestas nuevas o alternativas, crear recursos, etc., es decir, apuntar a la construcción de pensamiento, a la capacidad de decisión, al trabajo en equipo, a evaluar según criterios establecidos.

¿Qué se logra para el estudiante y para la sociedad?

Las consecuencias de plantearse la educación con este nuevo modo de programar, realizar y evaluar el aprendizaje es que el estudiante no sólo comprende sino que toma contacto con un proceso que lo vincula con la realidad y lo hace de alguna manera protagonista. Desde esos procesos se apropia efectivamente de conocimiento, crece en el modo de comprender e integrarse en la vida social porque en muchos casos lo obliga a dialogar y resolver con otros, elabora conclusiones, formula relaciones con otros conocimientos, integra en su modo de ser yde hacer una actividad o quizás una dimensión de la vida social para la que se está preparando.

Esto enriquece el dominio y el valor de sí mismo del alumno, el primer valor que todo educador debe cultivar, con lo que el sujeto se hace más interactivo y, con una conducción positiva y que asuma la proyección en un futuro con valores y eficacia, asegura el reconocimiento del valor de sí mismo, la capacidad de convivir y estar mejor preparado para la vida en una organización.

Este es el educador con el que soñamos: el que es capaz de abrir y desarrollar las capacidades de los sujetos para que actúan con iniciativa y compromiso social, el que está habilitando para un quehacer necesario y con eficiencia, el que es feliz y hace feliz a otros porque también él descubre así un sentido propio y valioso a su quehacer, el que es capaz de convivir para generar un clima de comunidad con un destino compartido.

Queridos educadores:

Este curso no es una actividad más. Es el inicio del trabajo por un nudo que hay que desatar o superar para iniciar un nuevo camino que recupere y fortalezca decididamente la misión que tenemos todo educador: la de realizar personas fuertes y profesionales con iniciativa, capaces de convivir con alegría. Este es el inicio de un cambio cultural aunque también tecnológico de la educación, que se practica y construye en el instituto en el que trabajamos.

Seamos fuertes y dedicados porque seremos protagonistas también de un cambio compartido con otros.

Oscar B. Salomone

Presidente Red Argentina de Cooperación para la Educación Tecnológica y la Formación Profesional.

 

Recordando qué es Red ACET

La Red Argentina de Cooperación para la Educación Tecnológica y la Formación Profesional es una Asociación Civil con Personería Jurídica, que congrega a instituciones de la educación tecnológica y la formación profesional, prioritariamente de Argentina, que se unen para trabajar:

-El fortalecimiento de la gestión institucional, capaz de legitimar la pertinencia de sus servicios educativos y tecnológicos.

-El desarrollo sostenido de una educación tecnológica y profesional de calidad respondiendo a las demandas del medio y a una estrategia de futuro.

-El desarrollo de la sociedad y la economía de la Argentina y, en particular, del trabajo de calidad y decente.

-El espíritu y la práctica de la cooperación interinstitucional como el método por excelencia para dar sostenibilidad a las instituciones y a las personas.

Fuente: Lic. María Eugenia Stramaná. Comunicación y Proyectos RedACET

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